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Conocimiento Escolar: Saber para la calidad de vida

Alfonso Valenzuela Aguirre

El conocimiento escolar y su significado son herramientas cognitivas, sociales, culturales, afectivas, incluso políticas, que la persona necesita asimilar reflexivamente para transformar su propia realidad, es decir, ampliar y profundizar sus modos de pensar, de relacionarse y de comprometerse con su propia situación y lo que vive en su contexto.
Un desafío fundamental de la persona es relacionar su realidad personal —su vida interior, sus esperanzas, sus propósitos— con los sucesos, ideas, referentes sociales y culturales, etc., con que los grupos sociales construyen sus relaciones. Relaciones que determinan los modos de ser, de hacer
y participar; por lo tanto, lo que es posible de hacer, aquello que podemos esperar, y lo que tendremos que dejar de hacer o esperar.
Nuestra realidad personal y social es producto de nuestras ideas y de nuestro actuar.
Para comprender cómo establecemos estas relaciones y, cómo ellas, están presente en nuestra cotidianidad, entre otras cosas, necesitamos comprender qué entendemos por el conocimiento escolar, qué entendemos por un saber para la formación integral. La entrega de información para
la construcción de habilidades laborales mediadas por pruebas estandarizas como puertas de entrada a la formación terciaria, constituyen una dimensión muy reducida del verdadero valor del proceso educativo. Es decir, desde un enfoque antropológico, el proceso educativo tiene por
objetivo la formación integral de la persona, para que ella pueda construir una forma de situarse en el mundo a partir de un proyecto de vida realizable en un contexto de vida real, que distribuye o
quita oportunidad de desarrollo. En esta perspectiva el conocimiento escolar es mucho más que manejo de información entregada empaquetadamente en manuales escolares o fijadas estáticamente en objetivos de aprendizajes.


Por otro lado, la diversidad de situaciones que vivenciamos cotidianamente en la sala de clases, como también las necesidades que se abren en los procesos históricos en contextos de la llamada cuarta revolución industrial y de la robótica, nos cuestionan constantemente, como docentes,
respecto de los conocimientos que estamos entregando en las salas de clases y cómo ellos son una real oportunidad para el desarrollo de la vida de los estudiantes. Muchas veces nos cuestionamos, porque tenemos la impresión de hacer poco por ellos, o nos sentimos impotentes ante una realidad
cuyos cambios híper-rápidos no dan oportunidad para la comprensión de dichos procesos o no dan tiempo para adaptarnos a ellos. Los conocimientos tienen que asumir mucha diversidad de situaciones, muchos de ellos multifactoriales y de causalidades y consecuencias complejas.
Desde estas interrogantes podemos preguntarnos en qué consiste el conocimiento escolar que tenemos que construir con y para un estudiante, para que él logre realizarse en su propio proyecto de vida y logre su bienestar; realizándose armónicamente desde una identidad definida en grupos sociales diversos; para que sea un agente libre y autónomo en la construcción de la realidad humana; para que, en definitiva, pueda vivir conscientemente desde lo que sabe, construyendo su identidad desde lo que aprende, desde sus propias experiencias de vida y de la relación con los
demás.
En nuestros contextos históricos/sociales y culturales, el conocimiento escolar se debe constituir en una capacidad que permita la relación del sujeto con su realidad. El conocimiento es una capacidad que crea espacios, que otorgan libertades para el desarrollo integral del estudiante; que habilita para hacer y participar en contextos reales desde lo que sabe y puede hacer. El conocimiento, también, es la capacidad de significar, organizar y expresar las experiencias relacionales. A mayor
conocimiento cognitivo mediado socialmente, mayor capacidad de significación de las experiencias cotidianas y biográficas. La construcción del conocimiento socialmente reflexionado y la comunicación de la experiencia personal y comunitaria de los estudiantes mediada por un docente, constituye una forma del saber escolar. Este saber capacita a la persona para actuar con libertad real, relacionarse autónomamente a partir de un proyecto de vida consiente y asumido en un contexto real.


El conocimiento desde enfoque antropológico, es la capacidad de aprender/reflexionando y relacionarse/dialogando, para lograr autonomía de pensamiento y una acción crítica; realizarse según sus propios planes de vida en forma libre, pero, en relación, a sus diversas comunidades referenciales, aprovechando las oportunidades que ofrece la comunidad social en su conjunto, pero también develando aquello que impide la calidad de vida integral de las personas.
Así cabe asumir, como docentes, la responsabilidad que tenemos en la distribución de las oportunidades para un desarrollo equitativo a través de la distribución del saber escolar en contextos educativos, que contribuyen a crear oportunidades reales en vidas reales.
La igualdad y la equidad pasa, también, por la relación pedagógica docente/estudiante, que crea espacios reales de oportunidades para el desarrollo. Oportunidades que verán la luz sí, además, los ámbitos laborales, sociales, políticos y culturales, permiten la realización de estos proyectos de vida dando oportunidades de acceso y participación equitativas, reales y de calidad.


Todos somos responsables de todos. El individualismo nos destruye a todos

Alfonso Valenzuela Aguirre

Licenciado en Educaciòn

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